Resulta difícil desligarse de “La escritura necesaria”, no porque mi
pensamiento siga dándole vueltas, no, se trata de la promoción. Redes sociales,
este blog, preparar un discurso para una presentación, luego otro para la
siguiente, pues se agotan, y progresan. Luego uno es escritor novel, y hay que patearse
las calles pegando carteles, ¡y calla!, que no he tenido que, como en un
principio pensé, vender libros casa por casa. No, afortunadamente la novela va
bien y se vende a buen ritmo en librerías.
Así que ya va
siendo hora de que os ponga al tanto de mi proyecto en curso, pues para eso
construí este blog, para que mis lectores hagan un seguimiento del proceso de
construcción de la novela antes de que llegue a sus manos.
Supongo que
sí, que ya puedo hablar de mi “próxima novela”. Y subrayo supongo porque el
trabajo avanzado es poco, pero algo me dice que ya no hay marcha atrás. Siempre
adelante, habrá que enfrentar multitud de problemas y el resultado es incierto,
pero no queda duda que tarde o temprano tendremos novela prehistórica.
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Dolmen de San Martín (Laguardia) - Guardaviñas a un lado, perfectamente integrado. |
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Y os
preguntaréis, después de escritos psicológicos y luego de una novela digamos
que negra, ¿a qué viene semejante cambio de tercio?, ¿y por qué prehistórica y
no histórica?. Bueno, pues tiene su lógica. Mi afición a la historia es tal que
en realidad siempre creí mi vocación, hasta que comencé el Doctorado. «¡Puaj!»,
me dije entonces, «dos, tres, ó quién sabe cuántos años más, tratando de
escribir una Tesis acerca de algo que ni motiva ni apasiona». Escribir literatura
era por aquel entonces un dulce ensueño nada más. Pero el que tuvo retuvo,
¿no?, y aquella pasión permanece del todo intacta.
En cuanto a
lo de “prehistórica”, el período en que dejaré que se desenvuelvan los
personajes corresponde al Neolítico, y como en ese período no hay escritura… Ni
tan siquiera se puede hablar de protohistoria, esa prehistoria reciente durante
la cual en la Península Ibérica no hay escritura, pero ya la hay en los Estados
del Mediterráneo oriental, que escriben someramente sobre los Iberos.
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El ortostato mayor del mismo dolmen de San Martín, sencillamente impresionante. |
El marco me
vino dado de forma natural. De mi afición a viajar, barata por necesidad, vino
el afán por conocer el paisaje que me circunda, y si unimos a la ecuación la
afición, por otro lado tan poco original en la zona, que compartimos tanto mi
mujer como yo: el vino, pues todo queda dicho. Cenicero, Elciego, Haro y
Labastida, Briñas, Samaniego, Briones, San Vicente, Laguardia, Elvillar… En uno
de tantos paseos, descubrimos La Chabola
de la Hechicera y, fascinados, recorrimos poco a poco todos y cada uno de los
dólmenes que adornan la región. Mira por donde, ni bodegas, ni lagares, ni
guardaviñas, llamaron en grado sumo mi atención, ni siquiera las iglesias,
cerradas a cal y canto, me invitaron a entrar, si acaso los castillos me
llamaban, pero con los dólmenes la relación fue diferente, amor a primera vista.
Al contacto me sentí arrebatado, trasplantado a otra época. Mucho tuvo que ver
el entorno natural, el colorido estacional de las parras, Sierra Cantabria semejando
a los sueños monstruosos de Lovecraft, el noble sillar del color de la arena de
playa de los pueblos de la rioja alavesa y la sonsierra, el sube y baja de los
barrancos, el río Ebro…
De la
curiosidad a la documentación. Necesitaba saber quién, cómo, por qué y para qué
fueron construidos. Al principio no pretendía escribir sobre ellos. Se trataba
de un divertido juego: ¿qué dolmen vemos el fin de semana que viene?.
Más o menos
dos años después del comienzo de tal afición, me avino la idea, la posibilidad,
la obligación de devolverles a los dólmenes una pequeña parte de lo que me
habían regalado…