miércoles, 11 de diciembre de 2013

El tiempo en la novela.

El tiempo en la novela no es cuestión baladí. 

Primero de todo se trata de una novela prehistórica ambientada en el neolítico, pero yo me refiero aquí a la historia narrada. Desde que el protagonista despierta de una siesta se le plantea una incógnita, y la resolución de dicha incógnita sucede en unas pocas horas, más o menos en la madrugada del día siguiente. Por lo tanto, el tiempo “real” durante el cual transcurre la trama supone unas 16-18 horas.

Escribir una historia dentro un margen tan exiguo de tiempo es complicado. Además, si lo que pretendo es formar un personaje “redondo”, un protagonista complejo y creíble, entonces debo recurrir a su pasado, incluso a su más que probable futuro. Aquí entran en juego sus pensamientos y sus recuerdos, que a través de técnicas determinadas deben ser introducidos a lo largo de la narración de esas 18 horas.

Ahora, una vez cruzado el ecuador de la construcción de la novela, se me plantean cuestiones de fondo. Necesitaré de lectores de confianza que me digan si la historia resulta creíble, necesitaré saber si el lector consigue leer sin captar dichas técnicas, necesitaré que la técnica resulte del todo invisible al lector. Recuerdo aquí a mis clásicos de cabecera, Baroja, Conrad, Stendhal, Thomas Mann o Flaubert, entre otros, que consiguen que los personajes nos transmitan su pasado sin que apenas sintamos la presencia de un narrador, de un escritor, de una manera tan natural como si los protagonistas nos lo contaran en primera persona.


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