viernes, 31 de enero de 2014

Mugs and Books

Bueno, esta será una entrada atípica para este baby blog, pero de alguna manera también tiene significado dentro de la trayectoria del escritor, pues toca salir ahí fuera, enredar en las redes sociales, tratar de ser leído.
Enredado por un concursillo ligero del endemoniado twitter, ahí va una foto que incluye taza y libro.
¡Lo importante es participar!

Os guste o no la taza, solamente tengo otra y me decanto por esta porque admite la cantidad de café justa y necesaria más tres botones de sacarina. En cuanto a la elección de libro y lugar, Stendhal es para mi un escritor de gran "fortaleza", valiente, agresivo, que atiza al lector convenientemente para que no se estanque. Y el lugar, bueno... Negro.

viernes, 17 de enero de 2014

Amanecer en La Hechicera.

Primer sol en el corredor del túmulo
Aún no tengo título, aún queda mucho por hacer, pero la trama ya está ahí, y los personajes hallaron destino definitivo. Toca armarse de pico y pala, nada más que trabajar, pulir, retocar, revisar y volver a revisar.
Para mejor realizar esta labor que se avecina nada mejor que pasear sobre el terreno, tomar nuevas fotografías, redescubrir la fauna y la flora, y mucho más.
Llegan las vacaciones de Navidad (no tengo perdón de Dios, escribir la entrada tan tarde), y se me escapó el Solsticio de Invierno, pero tampoco es imprescindible porque la novela se desarrolla durante el solsticio de verano.
Curiosamente nace el sol en estos días por el sureste, sí, por el sureste dije. Oriente, poniente, no son términos fijos a lo largo del año. Fue algo que llamó mi atención desde que por vez primera me enfrenté a los dólmenes. Los corredores, las puertas de entrada al más allá se disponían de forma peculiar, hacia el sureste. Supongo que un astrónomo no se hubiera sorprendido, y no creáis que no me costó averiguar que el solsticio de invierno era la clave de los dólmenes, la noche más larga del año, la muerte y resurrección del sol.
No amanece pero hay claridad.
Supongo que tengo una forma peculiar de enfocar la historia, quizás no es más que un juego que muchos practican, el caso que me gusta ponerme en la piel de aquellos que habitaron diferentes siglos, milenios en este caso. Se trata de una tarea compleja de "destrucción" de prejuicios, de "eliminación" de memoria, conocimientos y tecnología. Al final del juego queda el hombre, y sus aspiraciones y miedos no difieren en mucho de los que tenemos hoy en día cada uno de nosotros.
Esto que digo, que tan obvio nos parece, no debe serlo tanto porque cada vez que entro en una conversación ligera sobre la materia, ya sea con profesionales del ramo histórico o con profanos, siempre los hay que disienten. Los hay que me dicen que aquellos hombres vivían felices, sin preocupación de ningún género, nada más que buscarse el sustento. Los hay que creen que mejor se vive ahora, los menos, y aún así piensan que el estrés a día de hoy es apabullante. En cambio yo pienso que no ha cambiado nada de nada. Vosotros diréis.
Bandada de pájaros sobrevolando las viñas.
Creo yo que los habría felices y dominantes, y no tan felices y dominados, agraciados y desgraciados. Sin pensar en los avances médicos, solamente imaginar ser un rechazado, un paria, en aquellas pequeñas sociedades, y me echo a temblar; mejor la muerte.
En fin, que me voy del tema, aunque no tanto ;)
6:30 de la mañana, arriba para atrapar el primer sol que brillará en la fría piedra del Dolmen de la Hechicera. Craso error de cálculo, pues íbamos la familia entera, y entre una y otra llegamos tarde, no para ver el amanecer, que sí que lo pillamos porque sucedía exactamente a las 8:39, pero improvisé, no pensé, y olvidé el reflejo del sol.
            Como bien sabréis sucede en las zonas montañosas, al anochecer y al amanecer, que el sol ya se ha metido o que aún no ha salido pero su reflejo ilumina el cielo. Pensaba yo ganar para mi dichas impresiones de semioscuridad, pero llegamos a las 8:20 y para entonces el cielo estaba completamente claro.
Bueno, excusa para volver, a ser posible cuando haga menos frío, porque allí se desataba un viento helador que me hizo suponer que aquella gente temía más al frío que al mismo diablo.
Otra sorpresa antes de marchar, una bandada de "pájaros", a saber si eran gorriones o estorninos. Me pareció distinguir también a un depredador, un aguilucho o un azor.
 Y por fin el sol salió. Una banda de estratos dificultó y atrasó la explosión. El Rey apuntaba directamente al corredor de entrada del Dolmen de la Hechicera. Pude imaginar entonces qué tipo de ritual llevarían a cabo, cómo resplandecerían los rayos de un nuevo sol en aquella tan admirable obra de los hombres.

Tal vez aquellos hombres no sabían, como la ciencia enseña, la verdadera importancia del sol para la vida en la tierra, y sin embargo lo intuían. Pónganse en la piel de aquella gente, imaginen, si acaso se puede, un invierno sin gas ciudad. Yo recuerdo en la infancia que la hora de irse a dormir a la fría cama era todo un tormento, pues imaginen la satisfacción con que aquellos hombres verían la victoria del sol sobre la larga y fría noche de invierno.

Qué bien nos vendría una vuelta a la naturaleza, volver a sentir sobre nuestras cabezas el fabuloso peso de las estrellas.
Sorprendente duplicación del sol sobre un charco, a la sombra de un soberbio roble bellotero.