miércoles, 6 de abril de 2016

Sobre el Ego del escritor y su trato directo con Dios.




Dicen las malas lenguas que el ego del escritor es una de las pocas cosas que se observan desde el espacio a ojo desnudo, aunque fuentes bien informadas me explican que no se ve la muralla china, ¡ni siquiera el Santiago Bernabéu! Y es que el prejuicio se extiende infinitamente más rápido que el ébola o la gripe A, y con una virulencia cercana al cien por cien.

También se dice que el escritor es un ser extraordinariamente difícil de entender, y de soportar. En esa materia no entro; mejor pregúntenselo a mi mujer, o mucho mejor miren a su alrededor y pregúntense si aquel al que no soportan es escritor, funcionario o panadero.

Ni qué decir que el escritor está enamorado perdidamente de su obra y de sí mismo cual Narciso. No sé vosotros, pero yo he conocido albañiles, fontaneros, abogados, funcionarios, maestros, conductores de autobús… que consideran que hacen su oficio a las mil maravillas, y así será, ¿quién seré yo para ponerlo en duda?

Pero no hay que parar aquí, porque el ego del escritor es ilimitado. El escritor se cree más que los demás. Quizás se deba a que su tarea recaba de múltiples disciplinas. El escritor es profesor, historiador, psicólogo, sociólogo, cocinero, fontanero, jardinero…, si me apuras moralista y ejemplo para la sociedad. Puede que aquí radique la distorsión de la lente con la que observa su propio ego.

No sé, la verdad; yo siempre albergo conmigo la duda. Fíjense que mi ego es todavía más elevado porque me considero humanista, por dedicación y placer. Eso sí, soy persona pobre y humilde y no me codeo con elevadas clases sociales, y cada vez que un albañil, un fontanero o un operario de fábrica hablan acerca de sus respectivos oficios, yo callo, y trato de aprender; en cambio, cada vez que se habla de literatura, historia, filosofía o política, todos hablan, todos creen saber más que el otro, y ¡ojo! todos y subrayo TODOS creen saber más que el escritor o su vecino de al lado.

Eso sí, y cambiando de tercio, hay un ego que resulta incuestionable, el del escritor de éxito. Generalmente, que no siempre, el éxito comercial de una novela la aleja de la literatura y la acerca al mundo del marketing, del mercado inmisericorde. Curiosamente el lector tipo, que no tiene ego ni nada semejante ¡por Dios!, no suele entender de literatura y sí, ¡y mucho!, de éxitos comerciales.

No sé, quizás estoy infravalorando mi propio ego, lo cual me impide ver la realidad con precisión. De lo que no me cabe duda es de que seguiré oyendo hablar del ego del escritor, pues ya lo dijo Sancho: “cría fama…”

La verdad que el tema tiene miga, y cierto que los temas humanísticos son como el móvil perpetuo, que una vez dado el impulso inicial disponen de movimiento por toda la eternidad.

Este artículo viene a colación de un bienintencionado comentario en twitter de alguien que se pregunta si el escritor solo quiere sinceridad o palmaditas en la espalda. Aludo yo aquí y ahora, para que nos resuelvan el entuerto, a esos ciudadanos del mundo que dicen disponer de la varita mágica que les otorga la universidad de la vida (ni mucho menos pretendo decir que sean ellos también ególatras al pensar que solamente ellos viven…). Aludo también a todos aquellos que creen disponer de una lista mucho mejor que la de Del Bosque para la próxima Eurocopa de Francia 2016. Yo desde luego que no porque me limito a ver de vez en cuando un poco de fútbol y dejo a los árbitros hacer, y como no conozco a los jugadores ni los entresijos del fútbol no me cuestiono si los cambios son o no los adecuados.

Desde luego que nadie dice abiertamente lo tonto o malo que se considera; lo listo o bueno sí. Para esto no se requiere cumplir el requisito de ser escritor. No he conocido a ningún paciente que en una visita médica le cuestione al médico su diagnóstico. Tampoco conozco ni a una sola persona que cuestione abiertamente el tipo de educación que reciben sus hijos, no vaya a ser que llegue a oídos de sus profesores y les suspendan. Y lo mismo se puede decir de otras muchas profesiones, liberales o no. Con toda la lógica a nuestro favor, no nos pasamos la vida criticando abiertamente a unos y otros; se trata de evitarnos perjuicios. Nos guardamos la crítica y, dependiendo de lo que todos sabéis, unos critican, otros soportan y otros adulan.

          En el caso del escritor…

4 comentarios:

  1. Puesto que está comprobado que "éxito" no es sinónimo de "calidad", habría que ver en que se vanagloria el escritor, si por un número de ventas o por el contrario, prefiere un público más selecto. En fin, sólo soy una lectora que no se deja llevar por el márketing.

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    1. Hola Anabel. Qué gusto verte por aquí.
      Bueno... la verdad que en Literatura nada está comprobado, aunque hay quien se empeña en lo contrario.
      De todas maneras, escribir no es sinónimo de posesión de inteligencia. No me cabe duda de que hay escritores super-ventas que se consideran muy inteligentes y si hay que discutir dicha eventualidad pondrán sobre la mesa el argumento de las ventas.
      ¡Abrazo!

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