Dice Amelia Pérez de
Villar, traductora y prologuista de este ensayo, que:
El
hilo conductor de esta selección de artículos de Edith Wharton es, como indica
el título, la crítica de la ficción, en el sentido más amplio tanto de crítica
como de ficción, cuyo estudio aborda la autora desde casi todos los puntos de
vista. El comienzo moral de este juicio de valor es una pregunta al estilo de
aquella otra tan célebre de las primeras líneas de Conversación en la Catedral,
«¿En qué momento se había jodido el Perú?». Wharton se pregunta con la misma
vehemencia «¿Cuándo, en la breve historia de la ficción, ha llegado la crítica
a formar parte de un proceso regular y organizado de práctica del elogio?»
Wharton
expone la necesidad de que exista una crítica literaria profesional mientras se
queja del componente mercenario de la actividad. Al mismo tiempo trata de dar a
los jóvenes escritores consejos para que se conviertan en autores consagrados
sin morir en el intento, pero no solamente aconseja como deberíamos escribir
sino también cómo deberíamos leer. En definitiva nos da dos opciones, jugar en
el campo de la fugacidad (escribir novela histórica o negra, por ejemplo) o en
el campo de la permanencia (novela costumbrista, psicológica, pónganle la
etiqueta que prefieran).
En
fin, se trata de una lectura extremadamente interesante para aquellos que
tienen un blog y pretenden leer cada día mejor para disfrutar de su
entretenimiento favorito, o para aquellos que quieren sacar un mayor partido al
tiempo que invierten leyendo, o, ¡cómo no!, para aquellos que escriben y
albergan pretensiones de que sus personajes y sus historias pervivan en la
imaginación de los lectores.
No
es necesario leerse este ensayo de un tirón. De hecho se divide en cuatro
partes y, a mi modo de ver, solamente hay una parte, la primera, “Criticar
ficción”, imprescindible. Contiene ésta 7 artículos de entre los cuales yo,
personalmente, fotocopiaré 3 o 4 para poder subrayarlos a gusto y hacerlos
míos. El resto de partes son “Escribir sobre escritores”, “Criticar teatro” y
“Escribir sobre uno mismo”. Igualmente, cada cual debe elegir las partes que le
sean más útiles y disfrutar de su relectura.
Cada
capítulo es de una densidad asombrosa, y no quiero decir con esto que sea
difícil de entender. Desde luego que su lectura requiere de atención y
concentración, pero se trata de artículos de reducida extensión llenos de, me
atrevo a decir, revelaciones para el lector.
Igualmente, pienso yo que lo que Edith nos dice es perfectamente válido para este nuestro siglo XXI.