La cocina literaria

"La originalidad no consiste en escribir sin puntos ni comas o en contar sucesos que nadie haya podido imaginar, sino en ver la realidad entera desde uno mismo, y que otro sienta: eso es exactamente lo que yo sentía. (...) No intentes ser original ni llamar la atención. Para eso no hace falta escribir cuentos o novelas, basta con salir desnudo a la calle".
Abelardo Castillo



     Pienso que para que el lector se crea mi historia primero me la tengo que creer yo y para eso tengo que sumergirme a fondo, conocer la mayor parte de datos posibles. Supongo que eso mismo les ocurre a muchos narradores. En mis comienzos, allá por los años cincuenta, vi confirmada mi actitud en un tomo de la correspondencia entre George Sand y Flaubert. En una carta, la escritora, desde París, preguntaba a su amigo, a la sazón en Normandía, si avanzaba en la novela que estaba escribiendo. «Por ahora está parada», le contestaba Flaubert, «porque no encuentro por estos alrededores la colina que he imaginado». Esa necesidad de ver su invención confirmada en el mundo real me dejó asombrado.
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      Lo más importante para mí es la estructura de la obra, entendida como equilibrio y encaje de los distintos elementos, personajes, momentos álgidos y lentos, los "andamios", en fin. Y después la forma, entendida como elección de la narración en primera o tercera persona, monólogos o diálogos, narrador externo o interno. Lo menos importante para mí es el lenguaje, que entiendo como la pintura final. El lenguaje en mi caso es secundario y, aunque procuro que sea propio, no pierdo demasiado tiempo en la búsqueda de la belleza formal. Estoy convencido de que si la estructura falla la novela se hunde.
     ... yo soy más un inventor de estructuras y formas que de lenguaje. Mi forma de escribir es muy poco rebuscada y no trato de sorprender ni admirar al lector con la construcción de las frases o la elección del vocabulario. Escribo como sale y, aunque puedo sustituir un adjetivo al corregir, no voy tras la mejor expresión posible. Busco la claridad en la exposición de la historia por encima de todo y, cuando la consigo, me doy por satisfecho. Pero sé que a veces consigo párrafos de belleza formal y eso ocurre mucho más porque tengo buen oído que por una búsqueda deliberada.
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     Mis novelas parten a veces de un ambiente y otras de un personaje o una situación... En cuanto al plan, desconfío de seguir un proyecto previo a rajatabla. No es que escriba lo que va surgiendo cada día, pero parto de una idea general, de algunas escenas clave, de algún personaje, y, según voy escribiendo, surgen situaciones y personajes que al crecer sugieren nuevas posibilidades. Y a veces debo cambiar mi idea inicial porque los nuevos protagonistas o situaciones ya no se adaptan a ella.
     Las novelas las construyo estilo mosaico: en el periodo anterior a la escritura y después, según voy escribiendo la primera versión -que escribo casi a vuela pluma y de un tirón-, van surgiendo ideas que apunto y guardo para utilizar más tarde. Voy colocando en carpetas, que clasifico por partes o capítulos, esas ideas y luego voy preparando carpetas de personajes con sus biografías y su descripción.
     Cuando ya la novela tiene una cierta entidad, generalmente mediada una segunda versión, hago grandes planos con tablas de doble entrada: una con personajes y sus características tanto físicas como psíquicas; otra con los capítulos de la novela y los personajes, para cuidar el tiempo que aparece cada uno de ellos. Además, hago la biografía completa de cada personaje, aunque de ella no salga luego más que una prte en el libro. Esto me permite conocerlos y explicarme a mí mismo sus actuaciones y sus razones.
     También hago planos de capítulos, para controlar que los momentos de acción y los puramente descriptivos o introspectivos vayán turnándose.
     Durante todo este proceso escribo tres o cuatro versiones de la novela. No corrijo cada una de esas versiones, sino que las reescribo por completo con las nuevas situaciones que se me han ido ocurriendo. Sólo corrijo la forma en la última versión. Entre una y otra de las versiones desaparecen personajes y cambia la historia.
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     Los objetos cabe utilizarlos de muchas maneras, con un sentido utilitario, con indiferencia, desdeñosa o ritualmente. Yo mantengo ciertos ritos con los objetos. Tengo un pequeño puzzle que monto todos los días, con ciertas reglas restrictivas que lo salvan de la rutina. Es una especie de compañía que para mí resulta de una gran utilidad, pues mientras estoy haciendo eso..., no pierdo el tiempo porque mi imaginación durante esos minutos está atendiendo a la construcción, pero al mismo tiempo tengo la mente más suelta que cuando pretendo no hacer nada, porque cuando intento dejar la mente en blanco el pensamiento se me va a cosas diversas. Al encajar las piezas el pensamiento consciente se dedica al puzzle y el resto de mi capacidad cerebral tiene mucha más libertad. A veces se me ocurren, en esas circunstancias, ideas absolutamente inesperadas.
José Luis Sampedro (La escritura necesaria)





"En cuestión de crítica literaria las modas cambian con la misma rapidez que en el vestir".

"Porque el don de conferir visibilidad a un personaje de ficción es el más raro del bagage del novelista, y se pueden contar con los dedos de las manos cuántos artistas y creadores han sido agraciados con él".
 

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